It seems that we are going to stay in McMurdo until Saturday, so we decided to do some sightseeing in and around town. Around 3:00 pm I went out with James, Sam and Elisa and walked over the road that leads to and from the McMurdo airfield, down to where land meets the frozen ocean. The whole round trip is a six-kilometer hike—three each way—which at first sight looks longer, since it is done on a curvy, steep road that straddles the northern slope of Observation Hill.
The walk was much easier and faster than expected, and as we warmed up from the walk the air temperature began to feel very pleasant. The contrast with the South Pole was astounding: not only it was much warmer here, but in addition to ice we saw large patches of barren land and even a few isolated spots of liquid water. Occasionally, birds flew around. We wore lighter clothing than at the pole and were also able to walk at a faster pace. Although I barely felt any ill effects from the elevation at the South Pole, I did notice that the hike here at sea level felt more relaxed. After about 45 minutes, we came at the footsteps of New Zealand's Scott Base.
At Scott Base we remained just for like 15 minutes, since our only purpose there was to do some shopping at the gift store. It was a relief to know that the store takes US Dollars, as we all had lately been running low in New Zealand currency. On the way back the slope was steeper—although shorter—but still it was a comfortable walk. At its highest point the road has vantage points that offer some impressive sights of land, ice, and occasionally water. There is also the blue McMurdo sign that welcomes newcomers to the station, as well as a beautiful panorama of Observation Hill that gets more prominent as one walks closer to town.
Without a doubt, Ross Island in the Antarctica coast has its own charms that make it an amazing and unique location.
Hemos decidido aprovechar el tiempo y dar algunos paseos por el pueblo, pues tal parece que nos quedaremos hasta el próximo sábado aquí, en la estación McMurdo. Salí a eso de las 3:00 pm con James, Sam y Elisa, y caminamos por la carretera que conduce hasta la pista de los aviones, pero llegando sólo hasta donde la tierra se encuentra con el mar helado. La caminata completa constituye un recorrido de seis kilómetros, tres en cada dirección, que a primera vista parece un trecho mucho más largo, aunque realmente no lo es. Esto ocurre porque la carretera tiene curvas y segmentos empinados, rozando incluso la ladera norte de la loma de observación.
La caminata resultó mucho más rápida y llevadera de lo que esperábamos, y una vez entrados en calor por nuestro caminar la temperatura comenzó a sentirse muy agradable. El contraste de este lugar con el polo sur no podía ser mayor. Además de la temperatura, que resultaba mucho más moderada, se veía una diversidad de elementos naturales que rompía con la monotonía del hielo: tierra firme, pequeñas charcas, y de vez en cuando algún pájaro volando. Los abrigos que llevábamos eran también mucho más livianos, e incluso nos dimos cuenta que podíamos marchar bastante más rápidamente que en el polo. Tuve la buena fortuna que durante mi estadía en el polo sur apenas experimenté síntomas producidos por la elevación, aunque sí percibí que la caminata en este lugar —que está ubicado prácticamete a nivel del mar— resultó más descansada y refrescante. Finalmente, luego de 45 minutos alcanzamos los límites de la estación Scott de Nueva Zelandia.
Nuestra estadía en la estación Scott fue corta —de unos 15 minutos, si acaso— pues el propósito único de nuestra visita era el de realizar algunas compras en la tienda del lugar. Eso sí, nos alivió saber que aceptaban dólares de EEUU, porque en realidad estábamos bastante cortos de efectivo neozelandés. Al regreso encontramos que la cuesta era más empinada, aunque también más corta y en ningún momento resultó desagradable. Desde los puntos más altos de esta vía y al margen de la misma, se pueden divisar maravillosas vistas de tierra, hielo e incluso agua. Está también en este lugar el emblemático letrero azul que recibe a los visitantes de esta estación, e igualmente se aprecia en todo su esplendor la loma de observación, la cual va adquiriendo prominencia según se avanza en el camino y se acerca uno a la entrada del pueblo.
Indudablemente, la isla de Ross, ubicada en plena costa de la Antártida, tiene unos encantos naturales que impresionan a cualquiera.
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